viernes, 25 de febrero de 2011

Y todo eso que jamas te contó.

Ventano del diablo, Cuenca. Paraje natural muy bonito... Y la huella de algunos visitantes...
Oh no, oh no... Esto no iba a ser- pensó. 
El corazón se le aceleraba, hasta tal punto que se avergonzaba de sus latidos, demasiado fuertes, demasiado ruidosos, demasiada emoción. Entonces aquel recuerdo, así como la necesidad de tenerlo siempre presente, le vino a la mente. Entonces le dijo:
-No puedo hacerlo, ¿recuerdas? 
Esto era así, su corazón latía, latía fuerte. No podía hacerlo, no quería. 


Volvería a su casa, por el camino pasaría por casa de Mónica, y se quedaría parado por un buen rato pensando en qué hacer. Entonces seguiría su camino, para darse cuenta, de que era lo mejor que podía hacer. Se detendría en un estanco, pediría unos puros, sabía que su padre los prefería de origen cubano así que los pidió habanos; visitaría la floristería, compraría unas rosas, y seguiría de camino a casa. Al llegar a casa, le daría los puros a su padre, las rosas a su madre, y no le importaría oír los ruidos de sus vecinos, aunque casi prefería que estuvieran discutiendo. Se dirigiría a su cuarto, se tiraría en la cama, pero antes de eso guardaría mejor su pistola, aquella que le había conseguido su amigo Menta, jamas se había preguntado de donde procedía y tampoco estaba dispuesto hacerlo hoy. Menta ya estaba muerto, y no vio necesidad de preguntarse... Cogería su disco de Los Beatles, el último que sacaron -Let it be-, y lo pondría en su reproductor, se dejaría llevar por el cansancio. Habría sido un día agotador.

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